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Rajesh Balkrishnan, University of Virginia
(THE CONVERSATION) La disponibilidad de medicamentos para prolongar la esperanza de vida de las personas –como las terapias hormonales o la quimioterapia dirigida– ha provocado un fuerte descenso del número de muertes por cáncer de mama en Estados Unidos.
Pero a pesar de estos avances, en Estados Unidos existe un desfase preocupante.
Los índices de mortalidad del cáncer de mama siguen siendo anormalmente altos en la región estadounidense de los montes Apalaches, una región pobre que incluye Kentucky y Virginia Occidental. Esto se debe, en parte, a una epidemia diferente: el consumo de opioides.
Soy epidemiólogo especializado en cáncer y comencé a investigar este problema hace cinco años. Cuando analicé los seguros médicos y el registro de datos sobre cáncer, me sorpriendió la tasa extremadamente alta y prolongada del uso de medicamentos peligrosos como los opioides entre esta población. En algunas zonas, llega al 50%.
Muchas veces los tratamientos hormonales para salvar vidas están asociados con efectos secundarios como dolor o debilidad muscular. Aunque los opioides no se consideran un tratamiento de primera línea para el dolor relacionado con el cáncer, cada vez se usan más para controlar el dolor insoportable de las mujeres que superaron un cáncer de mama.
Mi investigación demuestra que esto podría estar influyendo en que los índices de mortalidad por cáncer de mama ronden el 60% en la región rural de los Apalaches.
Una combinación mortal
La región de los Apalaches se encuentra en el epicentro de una epidemia de opioides muy documentada, que se inició una década antes que la epidemia que sufre EEUU en la actualidad.
En la región de los Apalaches las disparidades relacionadas con el cáncer existen desde hace tiempo, pero ahora también hay que añadir los opioides. Los análisis de mi equipo han descubierto que los condados con mayor tasa de prescripción de opioides en EEUU se encuentran de forma desproporcionada en la región de los Apalaches.
Kentucky y Virginia Occidental tienen unas tasas entre un 50% y un 65% más altas que la media nacional y, durante décadas, Virginia Occidental fue líder del país tanto en el número total de muertes relacionadas con opioides como en las muertes relacionadas con opioides en pacientes mayores con cáncer.
El panorama es realmente desalentador. Comprobamos que muchas pacientes de esta región se someten a un tratamiento exitoso contra el cáncer de mama y después inician tratamientos hormonales para prolongar su esperanza de vida junto con opioides para controlar los efectos secundarios como el dolor.
Pero muchas, en algunos condados más de la mitad, continúan con los opioides, que en general solo se prescriben a corto plazo, e interrumpen los tratamientos de supervivencia a largo plazo como las hormonas. Las razones por las que estas mujeres interrumpen los tratamientos tradicionales no están del todo claras, pero sospechamos que está relacionado con la dependencia a los opioides.
La naturaleza adictiva de los opioides, el sentimiento general de desesperación y otros problemas de la región –como la pobreza y el consumo de drogas– hacen que este problema relativo al tratamiento sea complejo y que se necesite más conocimiento y educación tanto entre las supervivientes como entre sus profesionales médicos.
¿Cuáles son las respuestas?
Y ahora que conocemos este problema, ¿qué podemos hacer por la región de los Apalaches?
En general, hace falta urgentemente más atención para las mujeres apalaches con cáncer de mama, que tienen los peores índices de supervivencia de EEUU.
Sin embargo, dado el contexto político actual, en el que se está considerando eliminar la Comisión Regional de los Apalaches, no está claro cuál es la mejor manera de abordar esa situación. La Comisión es la encargada del desarrollo económico de la región y publica informes periódicos sobre su estado económico.
En consecuencia, creo que las universidades y los demás centros de investigación deben desempeñar un papel más activo en el control y vigilancia del desarrollo sanitario y económico de la región para ayudar a conseguir una mejor política sanitaria para esta población vulnerable y desatendida.
Es desolador ver a una mujer capaz de vencer el cáncer solo para morir debido a un uso deficiente de un tratamiento para prolongar su esperanza de vida o al mal uso de un tratamiento analgésico a corto plazo como los opioides.
Tenemos que trabajar más para educar y empoderar a las mujeres apalaches que superaron un cáncer de mama sobre sus opciones de tratamiento y su capacidad de decisión, que pueden ser más beneficiosas para mejorar su calidad y esperanza de vida.
Educar a los pacientes y a los profesionales sanitarios sobre el uso seguro y eficaz de los medicamentos podría ser efectivo para mejorar los resultados de los pacientes más vulnerables y desatendidos de todo Estados Unidos.
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